Atisha

Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.

Atisha el sistematizador de las enseñanzas

Atisha
El Tíbet en el siglo IX

El Dharma floreció en el Tíbet durante unos 60 años después de la fundación del Monasterio de Samye (ver Padmasambhava). Un día, a mitad del siglo IX, el último de los reyes que favorecieron al budismo, Relpa Chen, fue asesinado y reemplazado por su hermano Langdarma, quien perseguía a los budistas de su reino hasta que lo asesinó un monje que deseaba proteger el Dharma. Durante dos siglos el Tíbet decayó en una tierra sin ley y el Dharma fue declinando. Sin embargo, hacia el siglo XI la situación comenzó a estabilizarse en cierto grado y la vieja familia real que sobrevivía en el oeste del país fomentó el Dharma.

El maestro indio Atisha llega al Tíbet

En 1402 el famoso maestro indio Atisha aceptó la invitación que le hicieron y llegó al Tíbet para enseñar. Atisha recibió la diputación del reino del Tíbet Occidental mientras residía en la universidad monástica de Vikramalashila. Sin embargo el rey había sido capturado por unos bandidos que exigían un rescate por él. Sólo lo liberarían si sus súbditos lograban igualar su peso en oro. Después de varios años, su sobrino, que fungía como regente en ausencia del rey, había completado ya lo que correspondía al peso de su cuerpo pero faltaba la cabeza. El rey ya estaba viejo y comprendía la opresión que habían padecido sus súbditos al intentar conseguir tanto oro, así que desde su cautiverio se comunicó con su sobrino. “No se preocupen por mí”, le dijo, “ya estoy viejo y acabado. Pronto moriré. Déjenme aquí, donde me encuentro cautivo y empleen ese oro para invitar al gran Atisha a que venga al Tíbet. Lo que verdaderamente importa es el Dharma”.

Cuando Atisha supo esta historia se sintió muy conmovido y consultó a la bodhisatva Tara, su deidad tutelar, quien le dijo que si hacía lo que le pedían reduciría de manera considerable la duración de su vida, pero que eso le permitiría beneficiar a muchos seres, así que aceptó la invitación. Dejó atrás todo cuanto había logrado en la India y dedicó los últimos doce años de su vida a difundir las enseñanzas del Buda en el Tíbet, donde causó un efecto enorme en la comunidad budista que ya comenzaba a revivir.

La segunda difusión del Dharma en el Tíbet

A Atisha se le reconoce como el iniciador de lo que se ha denominado la “segunda difusión” del Dharma en el Tíbet. A diferencia de la primera difusión, esta segunda fase se caracterizó por la plena confianza en las fuentes indias de inspiración y Atisha tuvo mucha actividad deteniendo la propagación desordenada y descuidada de las prácticas y los textos religiosos que para entonces se habían desarrollado, muchos de ellos de dudosa procedencia.

La vida de Atisha

Atisha Dipankara Srijñana había nacido en el seno de una familia aristocrática en lo que hoy es Bangladésh. Era una familia de practicantes del vajrayana y, naturalmente, Atisha siguió sus pasos. Se dice que su propio padre, un importante jefe de la región, fue quien lo inició en la práctica vajrayana. Sin embargo, cuando creció, Atisha sintió que esa práctica no lo estaba llevando a ningún lado y decidió asomarse a las primeras tradiciones budistas para inspirarse y buscar sus enseñanzas. Así comenzó a estudiar la literatura agama, las reseñas en sánscrito de esos textos que ahora conocemos principalmente en su versión en pali. Asimismo, estudió el Vinaya y el Abhidharma. Cuando llegó a dominar esas escrituras abrigó el intenso deseo de estudiar el mahayana, pero había muy pocos textos y en ese momento, en la India, no encontró ningún maestro mahayana. Tuvo que viajar hasta Sumatra, en un peligroso recorrido que le tomó 13 meses, para hallar por fin los textos y el maestro que buscaba. Así era su determinación. Cuando al fin volvió a la India se estableció en Vikramalashila, donde creció su reputación como gran erudito y practicante budista. Fue de este lugar de donde partió con rumbo al Tíbet.

“Lámpara que alumbra el sendero”

Dromton, discípulo de Atisha, fundó la primera orden budista completamente tibetana, la kadam, que tomó como su texto raíz el Bodhipathapradipa, “Lámpara que alumbra el sendero hacia la iluminación”, de Atisha. Se trata de un texto que integra, de manera sistemática, todas las enseñanzas que Atisha había recibido de sus múltiples maestros y delinea un camino gradual a la iluminación, con base en la ética, que iniciaba con el desarrollo de la compasión y la sabiduría y culminaba con la práctica tántrica. Este “sistema triyana”(de los tres vehículos) considera que el hinayana representa el sendero de la ética, el mahayana simboliza el camino de la compasión y la sabiduría y el tantra es el que conduce a la iluminación suprema. Las enseñanzas de Atisha combinaban las dos principales tradiciones del mahayana indio, con énfasis en la afirmación de Nagaryuna acerca de la necesidad de una percepción profunda a través de shúnyata (vacuidad), así como en la perspectiva de Asanga sobre la acción compasiva de la mente iluminada que todo lo incluye.


Difusión de la veneración a Tara

También se le atribuye a Atisha la difusión por todo el Tíbet de la práctica de devoción hacia Tara. Además, una y otra vez, Atisha hizo hincapié en la importancia de ir a refugio a las tres joyas. Fue tanta su insistencia que, de hecho, se le reconoció como el guru del refugio.

Los preceptos kadam

Muchas de las enseñanzas que Atisha les dio directamente a sus discípulos se conservan en lo que se conoce como preceptos kadam.

“Aunque mantengas los tres votos [de los tres yanas], si no renuncias a los tres reinos del samsara tus actividades sólo incrementarán tu calidad mundana. Aunque te esfuerces por llevar a cabo obras virtuosas en tu cuerpo, tu forma de hablar y tu mente, tanto de día como de noche, si no dedicas esa labor a la iluminación de todos terminarás teniendo una infinidad de conceptos [visiones] erróneos. Aunque medites y lleguen a considerarte un santo y un sabio maestro, si no abandonas tus intereses en las ocho preocupaciones mundanas, cualquier cosa que hagas sólo servirá para los propósitos de esta vida y en el futuro no encontrarás el sendero correcto”. (Geshe Wangyal, Door of Liberation, Wisdom Publications, Boston 1995, p. 84)

Observa tu propia mente

Una vez, uno de sus discípulos le preguntó: “¿es posible que alguien que haya percibido profundamente... la vacuidad alcance la budeidad con tan sólo la sabiduría y la meditación en la vacuidad?” Atisha respondió:

“Cualquier cosa que percibas, cualquier cosa que proclames, sea lo que sea, no hay nada que no provenga de tu propia mente. Comprende que esa percepción de la mente está vacía. Entender la no-dualidad de lo que percibe la mente y de la vacuidad es sabiduría. Meditar es concentrarse continuamente en esta sabiduría sin distraerse. Las obras son la acumulación de mérito y de sabiduría mientras logras ver, por medio de esta meditación, que todo es como una ilusión. Cuando te halles bajo la influencia de estas tres, su práctica vendrá a ti incluso en sueños. Cuando eso te suceda en los sueños te ocurrirá también en el momento de la muerte. Cuando te ocurra en el momento de la muerte, estará presente en el bardo. Cuando esté presente en el bardo, con toda certeza lograrás el siddhi superior y llegarás a ser un buda”. (Íbid., p. 86)

Vacuidad y Compasión

En otra ocasión, alguien le preguntó, “¿Cuál es el objetivo final de la enseñanza?”. Atisha respondió:
“El objetivo final de la enseñanza es la posesión de la esencia de la vacuidad y la compasión. Así como en el mundo hay una panacea para todas las enfermedades, llamada la medicina solitaria y heroica, está también la clara percepción de la vacuidad, que pone remedio a todas las pasiones que nos encadenan”.

“Pero hay muchos que afirman haber percibido claramente la vacuidad. ¿Por qué persisten su ira y sus apegos?”.
“Ellos pronuncian palabras vacías, ya que cuando en verdad has percibido con claridad el significado de la vacuidad, tu cuerpo, tus palabras y tu mente reaccionan con placer, como la mantequilla fresca que se resbala dentro de la sopa de cebada. El gran sabio Aryadeva dijo:

¿Es la naturaleza de la existencia vacía o no?
Tan solo el dudarlo hará que samsara se divida

“Por lo tanto, cuando percibes con claridad el significado correcto de la vacuidad es como cuando tomas la medicina solitaria y heroica, puesto que todo el sendero está incluido en esa percepción”.
“¿De qué manera incluyes todo el sendero dentro de la clara percepción de la vacuidad?”, preguntaron los discípulos.
“Todo el sendero está incluido en las seis trascendencias (paramitas). Cuando percibes con claridad el significado correcto de la vacuidad (y pierdes ese ciego anhelo que te hace perseguir todas las cosas, materiales y espirituales) tu vida se vuelve un acto fluido de generosidad trascendente. Cuando ya no hay apego ya no te corrompe la impureza de las obras que no son virtuosas y entras en la siempre fluida armonía de la práctica moral trascendente. Cuando ocurre esta liberación de la corrupción también te liberas de la dominación apasionada de “yo” y “mío” y alcanzas la siempre fluida paciencia trascendente. Cuando te regocijas en la clara percepción de la vacuidad tu vida se vuelve un esfuerzo trascendente siempre fluido. Por medio de éste pierdes la atracción que sentías por todos los objetos y entras en la siempre fluida meditación trascendente. Por último, cuando tu mente se libera del hábito de verlo todo a través del prisma de tres aspectos (por ejemplo, los tres aspectos de la generosidad son: el acto de dar, el que está dando y el que está recibiendo) alcanzas la siempre fluida sabiduría trascendente”. (Íbid., pp. 84-85)